26 de abril de 2008

División y radicalización de la opinión pública en torno a Pemex

México pasa por momentos de particular tensión política a nivel interno. Por un lado, está la clara división ideológica entre la izquierda y la derecha de los políticos mexicanos. La derecha en el poder considera que la forma más efectiva, eficiente y eficaz de administrar Petróleos de México es mediante la regulación semi-automática del mercado. La izquierda en oposición considera que el petróleo es de los mexicanos y por tanto debe permanecer en las manos de la población. Pero por el otro lado hay una división más grave aún. Ésta es la que se genera entre la izquierda y la derecha de la "sociedad civil" mexicana. Una sociedad que se ha polarizado fuertemente gracias a los medios de comunicación. Dichos medios se han quedado más que cortos para lograr satisfacer las demándas democráticas que tanto los mexicanos como el sistema político necesitan. El problema de la calidad de los medios de comunicación en México es claro, basta con pensar en el duopolio mediático permitido por el Estado, en la censura, la persecusión, la información tendenciosa, la información acrítica y, claro está, el poco interés por parte del gobierno federal por hacer algo.
De acuerdo al texto titulado "Globalization and Democracy- an afterword" escrito por Richard Bellamy y Barry Jones, existen una serie de demandas democráticas que el gobierno está obligado a cumplir para con sus ciudadanos, una de ellas es la regulación que garantice la inclusión de los diferentes sectores sociales en torno a los medios de comunicación. En México esto no sucede por una sencilla razón, no hay tal regulación. Si bien es cierto que existen concesiones a particulares (Televisa y TV Azteca), es casi imposible que existan vías alternas de expresión en la televisión debido a que no pueden competir en términos económicos en el mercado de los medios masivos de comunicación y por tanto no pueden solventar los gastos que una compañía requiere. Además hay solamente dos televisoras públicas (Canal 11 y Canal 22) proporcionan información relativamente neutral en sus noticieros, pero que casi nadie ve.
Esta situación en general propicia dos cosas. Una es demagogia intelectual entre la población en torno a problemas políticos de gran importancia. La mayoría de los mexicanos no poseen argumentos válidos para defender ninguna posición en torno a la reforma energética, simplemente se basan en lo que pasa en la televisión: spots, noticias, etc. El otro problema es todavía más grave, debido a la demagogia con que se manejan los discursos a nivel popular, hay una creciente fragmentación de la sociedad, en una especie de guerra fría interna donde hay dos polos totalmente opuestos conviviendo en un mismo sistema.
En ese sentido, todo parece indicar que el problema de la conciliación de intereses a nivel discursivo público no solamente radica en la diferencia esencial entre el pensamiento de izquierda o de derecha, sino en la legitimidad del gobierno federal. Si la población solamente depende de spots, y de noticias con información sesgada, entonces ¿Por qué no aclarar la situación? Sencillo, porque no es posible. La izquierda piensa que el gobierno federal carece de legitimidad, pero no tiene las pruebas para demostrarlo, mientras que la derecha se considera legítimo, pero tampoco tiene las pruebas para demostrarlo. El punto es que eventualmente en la escala argumentativa del proceso de conciliación de intereses entre un bando y otro siempre se remitirá al cuestionamiento de la legitimidad del gobierno. Sirva de ejemplo la siguiente situación: Se supone que privatizar es bueno de acuerdo al pensamiento neo-liberal, y puede que lo sea, solo que si tomamos en cuenta el caso de tráfico de influencias de Mouriño, la relación privilegiada del gobierno con el sector privado, la desigualdad económica que genera el libre mercado cuando se instaura sin cuidado y meditación, el problema electoral del presidente, la creciente censura que experimenta el país y las 11 empresas de Pemex en el extranjero que no son sujetas a verificación por parte del gobierno, entonces difícilmente se aceptará ese discurso.
También existe la contraparte del ejemplo mencionado, supongamos lo siguiente:
La izquierda critica al libre mercado por la desigualdad que puede generar si no existe una adecuada regulación estatal. El problema es que con la división interna del PRD no se puede confiar plenamente en un grupo fragmentado para que sea el que aplique la "regulación adecuada" con el objetivo de que Pemex mejore.
A manera de conclusión, un gobierno no solamente es legítimo si fue electo por la mayoría de los ciudadanos, sino en la medida en la que provea de bienes democráticos a su nación, y cuando esto se cuestiona, entonces se genera un rechazo a priori del discurso expuesto dificultando los procesos de conciliación. El problema es que ambos bandos tienen elementos para cuestionar la legitimidad del otro, situación que se esclarecería si el misterio de las elecciones presidenciales de 2006 se disipara.
La intención de este texto es propiciar una seria introspección en torno al discurso en que creamos, no importa si es de izquierda o de derecha. Lo más importante en una democracia es el entendimiento, la tolerancia y el respeto.

1 comentario:

Giovanni Contreras Rodríguez dijo...

Me parece que tocas un punto clave que es lo que pone en crisis el actual sistema político mexicano. Coincido en la idea de que ambos lados, izquierda y derecha, están tomando extremos que no llevan a un beneficio para México. Sin embargo, sí entiendo perfectamente la postura de izquierda, tal vez sonará esta parte del comentario sesgado, pero no a la perfección la postura de derecha sobre todo en el tema de la divulgación de las ideas, como es en el caso de la reforma de PEMEX. Según Robert Dahl en su obra “La democracia: una guía para los ciudadanos” en un país con procesos democráticos debe existir, entre muchos otros puntos más, una comprensión ilustrada por ciudadano donde cada miembro debe tener oportunidades iguales y efectivas para instruirse sobre las políticas alternativas y relevantes así como de sus consecuencias posibles; es justo en este punto donde yo me pregunto ¿se está cumpliendo, en específico el gobierno federal y los partidos que apoyan la reforma energética, con la tarea de instruir a cada ciudadano de tal manera que estos puedan saber realmente las alternativas con las que cuentan? Tal vez no lo han notado pero hacer una reforma estructural con tal impacto requiere en informar al mexicano con la verdad... o tal vez sí lo han notado pero no es conveniente informar. Me parece que en este punto el gobierno federal, los partidos políticos (alineados a la reforma) y la mayoría de los medios de comunicación están siguiendo una línea totalmente antidemocrática al incumplir con su responsabilidad de mostrar las diferentes alternativas. Algunos podrán preguntarse ¿cuáles alternativas? ya que por un lado, algo que le critico a la izquierda opositora, no ha habido una propuesta concreta formal (que haya sido tomada en cuenta realmente como la de Cuauhtémoc Cárdenas), no obstante esto no es un pretexto para que aquellos responsables de informar no tengan la iniciativa mostrar ambos lados de la moneda.
Tse'ek